DOCUMENTO FINAL DEL CUERPO GENERAL DE DELEGADOS 2025

La deshumanización no puede ser el modelo

Si algo ha caracterizado a nuestro país en distintos momentos de la historia, ha sido la construcción sólida de ciertos valores que parecían inamovibles. Pactos sociales que fuimos revistiendo como banderas, trascendiendo colores políticos y razones ideológicas.

Este hermoso país del Cono Sur siempre fue ejemplo para el resto de América Latina por sus políticas de cobertura social, su salud y educación públicas de calidad, sus avances en ciencia y tecnología, el reconocimiento de los derechos de las minorías, y por sus construcciones culturales identitarias que nos proyectaban al mundo como una nación admirable.

Claro que, a lo largo de los años, siempre hubo intentos de socavar esas conquistas. Pero la cordura, la lucha comprometida de la sociedad, las convicciones y las leyes que consagraban esos logros servían como bastión de resistencia ante ciertas voluntades del poder de turno.

Hoy nos enfrentamos a un escenario diferente. A fuerza de decretos, se intenta convertir nuestra república en una autocracia. Una mayoría circunstancial obtenida en un balotaje pretende ser justificación suficiente para modificar estructuras fundamentales sin ningún tipo de consenso.

Frente a una profunda crisis económica, la respuesta ha sido —y sigue siendo— tomar como variable de ajuste a nuestros jubilados, a las personas con discapacidad, y a los sectores más vulnerables de la sociedad, mientras se implementan medidas que benefician a los sectores más ricos del país.

Hechos como los que ocurren en el Hospital Garrahan, donde se intenta justificar con datos falsos un feroz ajuste que deteriora las condiciones del personal médico que salva la vida de cientos de niños y niñas, son solo una muestra. En la misma línea, la desregulación del sistema de salud y de las obras sociales ha encarecido el acceso a servicios, afectando directamente la calidad de las prestaciones y atentando contra el principio de solidaridad.

Ninguna de estas medidas es casual. Todas responden a un plan económico sostenido por una lógica individualista que no contempla el bien común ni la armonía social. El egoísmo se ha vuelto política de Estado y la falta de empatía, una bandera de estos tiempos.

Hace un año y medio, como Consejo Directivo, advertimos esta situación. Hoy podemos afirmar, sin equivocarnos, que mientras se consolide este modelo de exclusión, las consecuencias serán cada vez más graves. Ya las percibimos y sufrimos día a día.

Por eso, frente a este panorama, debemos redoblar nuestro compromiso con la militancia, la conciencia social y el trabajo colectivo. Solo así podremos construir, desde las bases, una alternativa inclusiva a este modelo que margina.

Como trabajadores del sector eléctrico, son nuestras compañeras y compañeros de cooperativas, EPEC, Transener, Central Nuclear Embalse, GECOR, entre otros, quienes sostienen el sistema eléctrico con gran compromiso y responsabilidad. A cambio de su esfuerzo, reciben hoy una preocupante falta de reconocimiento y una desvalorización de sus tareas, que no se ve reflejada en sus ingresos. Tareas que, no está de más recordarlo, suelen ser riesgosas y fundamentales para el funcionamiento de la economía nacional.

Estamos ante una política deliberada de desgaste, o bien frente a una desconexión total de la dirigencia política con la realidad que vivimos. Se prefiere que emigre la mano de obra calificada y el conocimiento, antes que mejorar las condiciones laborales en las empresas estatales. Desde lo humano, la falta de empatía y solidaridad crea un clima en donde el sufrimiento de quienes no acceden a la salud, educación y a la dignidad del trabajo es tan solo una mera consecuencia necesaria de un mercado que se regula solo.

Debemos recuperar el protagonismo como movimiento sindical, y hacerlo de manera propositiva, para dejar atrás esta Argentina de especuladores y bicicleta financiera, y abrir paso a un país de producción, trabajo y recomposición salarial. Un país que reconozca el verdadero valor que tenemos como trabajadores y trabajadoras de esta patria. Un país que no mire hacia otro lado ante las necesidades manifiestas de su pueblo.

Nuestro querido Papa Francisco, supo expresar que “La esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables”.  

El tiempo pondrá fin a este presente deshumanizado, pero al tiempo también hay que ayudarlo. Con lucha, con militancia, y con las convicciones que históricamente nos han dignificado a nosotros y a quienes caminan a nuestro lado.

Consejo Directivo

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