Esta semana, la UNICEF emitió un comunicado donde alerta sobre la falta de acceso a la comida en las infancias de Argentina. Mas de un millón quinientos de niños y niñas no cena de noche porque sus padres y madres no disponen de dinero para comprar alimentos.
¿Es posible vivir dignamente en contextos tan adversos? Creo que, fundamentalmente, frente a noticias tan desgarradoras, habitamos un desgano generalizado que juega apuntando a la esperanza de un presente y futuro mejor.
“El hambre no tiene final feliz” es el título que la organización de la ONU le ha dado al capítulo que informa sobre la situación de las infancias más postergadas del país. Todos sabemos que el acceso a la comida es un derecho humano básico, esencial para la supervivencia. Esto demuestra que tenemos que volver a discutir por derechos que siempre, pase el gobierno que pase, deberían estar saldados para todos y todas las argentinas. Es un tema tan sensible que no puede más que movilizarnos, sin embargo, me pregunto, ¿por qué no está en la agenda pública? ¿Por qué no estamos hablando de esto?
Como representantes de los trabajadores, nuestro deber es mantener nuestros valores y objetivos firmes, incluso en medio de un entorno que intenta anestesiarnos con tanta violencia y dolor. No podemos ser indiferentes. Aunque la situación desborde, siempre existe un margen de acción, un espacio desde el cual podemos construir un futuro mejor.
La llama de luz y fuerza siempre está prendida, aún atravesando los más profundos dolores que vivimos los trabajadores y trabajadoras, siempre está, siempre podemos recuperarla, fortalecerla y unirnos en este camino de transformación y mejora del país.