Por Máximo Brizuela, secretario General.
En los últimos días y luego del triunfo de la Selección Argentina en la Copa América, se difundió un video de uno de los jugadores celebrando, en la que se escucha un fragmento de cántico ofensivo. Luego de su viralización, Enzo Fernández pidió disculpas. Por este hecho la FIFA abrió una investigación por el video y el equipo Chelsea abrió un expediente disciplinario al mediocampista.
En eso, también hubo repercusiones en el gobierno nacional, en la que un funcionario intimó al 10 del seleccionado, Lionel Messi, para que pida disculpas. Desde la conducción de la Libertad Avanza, hubo cruces y acusaciones, con pedido de renuncia a dicha autoridad que finalmente se concretó.
Bajo este contexto, se abrió nuevamente el debate y la reflexión sobre el ejercicio de la discriminación generalizada que vivimos y que nos deja muchas preguntas y plantea desafíos como sociedad.
Según analiza un medio digital con militancia antiracista, en nuestro país se dice muchas veces que no somos racistas, pero por ejemplo nos cuesta reconocer “los asesinatos policiales a civiles tienen un componente racial”, que las cárceles están pobladas por población de piel marrón y que más del 50% de esas personas no tienen sentencia firme y que en las villas, la pobreza es de color marrón”.
Si pensamos al racismo desde un solo lugar, nos encasillamos en una lógica colonial, ya que los problemas del primer mundo con su políticas de migración, seguridad, ciudadanía lejos están de nuestra realidad.
Creo que es una oportunidad para profundizar en nuestros actos diarios y en señalar a las instituciones que poco hacen en contra de la discriminación que nos afecta como pueblo.