Por Máximo Brizuela, Secretario General
No hay camino más valioso que aquel que recorremos junto a nuestros pares, ese que construimos de la mano, paso a paso, en un andar colectivo.
La vida se vuelve más llevadera cuando nos rodeamos de personas con valores, convicciones y empatía, que buscan y trabajan por el bienestar de todos y todas.
Disfrutar de una buena vida en lo individual, mientras a nuestro alrededor persisten las necesidades, no es un destino que alimente el alma.
Cualquier tormenta se navega mejor si luchamos junto al prójimo para resistir los embates del viento. Y la calma de un nuevo amanecer tiene mejor sabor cuando estamos acompañados.
“Todos, todos, todos” es una de las más poderosas enseñanzas que nos dejó el Papa Francisco: un hombre que tendió puentes y nos señaló el camino de la solidaridad, la tolerancia y el respeto mutuo.
Aunque desde algunos sectores se intente deslegitimar las acciones comunitarias, las luchas colectivas o las movilizaciones que enarbolan consignas por la dignidad de trabajadores y trabajadoras, jubilados y jubiladas, pensionados y pensionadas, por una mejor educación y salud pública, no renunciaremos a ser protagonistas de un destino sin desigualdad.
Hoy más que nunca, es tiempo de reflexionar, de dejar de lado cualquier ambición personal, de permitirnos ser ayudados y también de tender la mano al otro para salir adelante.