Por Máximo Brizuela, secretario General:
En las últimas horas el presidente de la nación realizó una entrevista televisiva en donde realizó declaraciones con números y datos que nadie entiende y que lejos están de expresar la realidad económica y social que vive nuestro país.
En ese contexto, Milei y su gobierno nacional justifica la debacle que originan sus medidas de dos maneras, sosteniendo que se estaría peor, (inventando situaciones que eran mucho peor de lo que en verdad eran) y creando escenarios con resultados que solo ellos ven.
La pregunta es si quien preside el Ejecutivo Nacional es consciente de sus mentiras o decidió crear y creer una realidad alternativa ajena al día a día de la población.
No es disparatado afirmar esto último para alguien que desconoce el precio de la leche, que no empatiza con el ciudadano de a pie y sostiene, que los ingresos de los jubilados aumentaron 10% arriba de la inflación y triplicado su ingreso en dólares.
Quizás la respuesta es una suma de ambas, pero independientemente del propio convencimiento del presidente acerca de lo que expresa, es la realidad que golpea todos los días y cada vez más a los trabajadore/as, a nuestros jubilados/as, estudiantes, pymes, comercios, industrias, etc, lo que en verdad importa.
Su vorágine por destruir todo lo que tenga que ver con el Estado y sostener que esa medida le da más libertad a la gente, no se llega a comprender de qué manera alguien que día a día es más pobre y tiene más desprotección social puede ser más libre.
El problema de defender un diagnóstico equivocado marca que no habrá un cambio de rumbo en las medidas tomadas, sino por el contrario se profundizará aún más.
La inacción del Congreso y el beneplácito de muchos diputados y senadores que antes defendían otra idea de país sigue dando vía libre al capricho de un grupo de personas que carecen de empatía, que no tienen sentido del bienestar del otro, que no creen en la salud y educación pública, que no les importa la soberanía nacional, ni los derechos laborales de las personas. En conclusión, un país para pocos con el sometimiento de muchos.