Por Máximo Brizuela, secretario General:
Cuando nacemos, percibimos como hostil el nuevo mundo que nos recibe. Desesperados con nuestro llanto, buscamos ese abrazo contenedor, ese arrope de nuestra madre que nos escuda ante el exterior desconocido.
Encontramos paz en su pecho y el llanto sede ante la calma y el silencio.
Esa protección, casi instintivamente, nos acompaña con los años, inclusive de adultos. No debe haber alivio más bello que ese abrazo de madre en momentos de tristeza, de miedos, de desazón, etc.
Guerrera de todas las batallas ella siempre está ahí, siempre pendiente, pero dejándonos crecer.
Como suele ocurrir por la ley de la vida, en algún momento nuestra madre se ausenta físicamente, pero su esencia vive en nuestra memoria y en los recuerdos vivos que nos hacen sentir ese abrazo que nos protege y nos dice que todo estará bien.
A las madres de todos, a la mía que me acompaña desde otro lugar que son muchos lugares, les deseo un FELÍZ DÍA DE LA MADRE.