Por Máximo Brizuela, Secretario General:
Son semanas turbulentas para nuestro país; quizás me quedo corto en decir semanas, ya que desde hace bastante tiempo por distintas razones nuestra hermosa Argentina parece no arrancar y estar inmersa en un lugar que ilusiona a algunos con verla florecer o decepciona a otros que pierden las esperanzas.
Existe un denominador común, quienes conducen nuestro país parecen no encontrar las soluciones y quienes lo han hecho hasta hace muy poco, no las aplicaron en su momento o tampoco las tenían muy claras como afirman ahora.
Claro está que, en ese juego de ideas, en medio de una crisis profunda, están los que quieren aplicar viejas recetas, lo que pregonan la miseria como forma de salida o la ingenuidad de esperar que actores terceros o contextos mágicos cambien para que avancemos de una vez por todas.
Lo que también está claro es que, las declaraciones incendiarias de carácter poco democrático y que buscan la ruptura del orden constitucional, no ayudan.
De una vez por todas, si en verdad están interesados en el bien común y tiene empatía por los millones de argentinos que no llegan a fin de mes, los que pasan hambre, los que no tiene futuro desde el momento en el que nacen o los que en el mejor de los casos hacen malabares en la incertidumbre, si en verdad les toca alguna fibra del corazón, deberían sentarse en una mesa común para empezar a solucionar esas urgencias.
Los trabajadores de esta hermosa patria precisan de condiciones laborales justas, amparadas bajo convenios colectivos. La precarización no es una solución, por el contrario, los salarios percibidos deben ser lo suficientemente bueno para consumir bienes y servicios, para así también impulsar la productividad de este país.
Un país lastimado, puede facilitar la llegada de X (equis) persona o partido al poder, pero en medio de ese egoísmo, seguirá habiendo las mismas urgencias con que lidiar y entraremos en un círculo donde oposición espera el fracaso de un oficialismo para llegar al poder, para luego fracasar y que vuelvan los que estaban antes, un circulo de no acabar.
Es bien sabido que existen matices e ideas de un mundo y país diferente, pero estoy convencido que hay puntos en común que pueden convertirse en políticas de Estado, para que en algo podamos tirar para el mismo lado, y construir desde la diferencia, la tolerancia y el respeto que nos merecemos.
La violencia es un camino que deja tristeza, ausencias irreparables y del que es más difícil salir. Después de casi 40 años desde la recuperación de la democracia deberíamos saber eso. Deberíamos tener la madurez necesaria para entender que las ambiciones personales o partidarias, postergan el futuro de millones.
Este país y sus habitantes merecen mucho más, y es justo que de una vez por todas el Sol comience a salir y así avizorar un mejor futuro.
